Incredulidad. Cuando se dice que una persona es incrédula en referencia a Dios
pueden existir diferentes clases de incrédulos, todos ellos con la misma situación
riesgosa de perdición. Dejando a un lado los que manifiestan de forma directa y
abierta diciendo que no creen en Dios y a aquellos que creyendo no le
obedecen, centramos la atención en aquellos “incrédulos-creyentes” que diciendo
creen en Dios y buscando hacer su voluntad se tropiezan con los “qué dirán” de
la gente, o los prejuicios que enrolan su vida en cuanto a la apariencia de sus
hermanos.
La incredulidad va al
nivel de no aceptar la palabra de Jesús de manera íntegra, sin el sesgo de la interpretación
condicionada por los beneficios propios de quien la expone. Se es incrédulo cuando
las acciones, palabras y pensamientos están guiados por ideas humanas y no por
la voluntad de Dios. Cuando las decisiones se basan en testimonios o conductas
ajenas a las pautadas por Cristo.
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