Un cielo sin
lagrimas
Introducción:
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Saludo
y bienvenida a la congregación.
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Lectura
del pasaje bíblico: Apocalipsis 21:4.
"Enjugará Dios toda lágrima de
los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni
dolor; porque las primeras cosas pasaron."
Este poderoso versículo nos brinda
una visión esperanzadora y reconfortante del futuro que Dios ha prometido para
aquellos que creen en Él. En estas palabras, encontramos consuelo y certeza de
que Dios está obrando para traer una transformación completa a nuestro mundo y
a nuestras vidas.
·
Breve
explicación del contexto del libro de Apocalipsis y su relevancia profética.
El libro de Apocalipsis es el último libro del Nuevo
Testamento y fue escrito por el apóstol Juan durante su exilio en la isla de
Patmos. Es un libro profético que revela visiones y revelaciones dadas por Dios
a Juan acerca del futuro.
Apocalipsis es altamente simbólico y se centra en el conflicto
entre el bien y el mal, presentando una imagen del triunfo final de Dios sobre
las fuerzas del mal. Aunque el libro puede resultar intimidante o confuso, es
importante destacar que su objetivo principal es transmitir esperanza y alentar
a los creyentes a permanecer fieles a Dios a pesar de las pruebas y
tribulaciones.
En este contexto, el versículo que
hemos leído, Apocalipsis 21:4, nos muestra un destello de la gloria futura de
Dios, en la que Él eliminará todo el sufrimiento y dolor.
Dentro de cada
corazón humano, independientemente de nuestras diferencias culturales, sociales
o religiosas, existe un anhelo profundo de vivir en un mundo libre de dolor y
sufrimiento. Todos hemos experimentado el dolor, ya sea físico, emocional o
espiritual, y hemos presenciado la devastación causada por la muerte, la
enfermedad y las tragedias, consecuencias del pecado.
Este deseo de un
mundo mejor no es casualidad, sino que es parte de nuestra naturaleza creada a
imagen de Dios. Fue en el jardín del Edén donde la humanidad experimentó la
perfección y la comunión íntima con Dios, pero debido al pecado, esa perfección
fue quebrantada y el sufrimiento ingresó en el mundo.
Sin embargo, en
Apocalipsis 21:4, vemos el cumplimiento de ese anhelo profundo. Dios nos
promete un nuevo cielo y una nueva tierra en los que no habrá más muerte,
llanto, clamor ni dolor. Es un recordatorio de que Dios se preocupa por nuestro
sufrimiento y su plan es la vida eterna en gozo en su presencia.
El pasaje de
Apocalipsis 21:4 nos muestra la promesa divina de un futuro glorioso, en el que
Dios eliminará todo sufrimiento y restaurará su creación. Es una esperanza que
resuena en los corazones de todos los seres humanos que atienden su llamado a través
del evangelio, y nos invita a confiar en el poder y la fidelidad de Dios. (2
Timoteo 2:13)
I. El
consuelo divino:
·
Enjugará Dios
toda lágrima de los ojos de ellos.
¾
Explicación
de la metáfora de las lágrimas como símbolo de dolor y tristeza.
Las lágrimas son una expresión humana profunda y significativa de dolor, tristeza, angustia y aflicción. A lo largo de la Biblia, encontramos numerosas referencias a las lágrimas como símbolo de sufrimiento y aflicción. Por ejemplo, en el Salmo 56:8, el salmista dice: "Mis huidas tú has contado; Pon mis lágrimas en tu redoma; ¿No están ellas en tu libro?
Esta metáfora de
las lágrimas nos muestra que Dios está atento a nuestras luchas y tristezas.
Cada lágrima derramada es conocida y registrada por Él. Simbolizan nuestro
dolor más profundo y nuestra necesidad de consuelo. En medio de nuestras
lágrimas, Dios nos invita a buscar su consuelo y a depositar nuestras cargas en
Él.
¾ Dios como el consolador supremo, capaz de
aliviar todo sufrimiento.
La Biblia nos
revela a Dios como el consolador supremo, capaz de aliviar todo sufrimiento. En
Isaías 51:12, Dios dice: "Yo, yo soy vuestro consolador. ¿Quién eres tú
que temes al hombre, que es mortal, y al hijo de hombre, que es como
heno?".
Dios no solo es
testigo de nuestras lágrimas, sino que también nos ofrece su consuelo y paz en
medio de nuestras aflicciones. En 2 Corintios 1:3-4, el apóstol Pablo dice:
"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de
misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas
nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que
están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros
somos consolados por Dios".
Dios comprende
nuestro sufrimiento y se compadece de nosotros. Su amor y compasión son
inagotables, y está dispuesto a consolarnos y fortalecernos en los momentos más
difíciles.
¾
Reflexión
sobre las veces que Dios ha consolado a su pueblo a lo largo de la historia.
A lo largo de la
historia bíblica, vemos ejemplos concretos de cómo Dios ha consolado a su
pueblo en tiempos de sufrimiento. En el libro de los Salmos, encontramos
numerosos salmos en los que los salmistas claman a Dios en medio de su dolor y
experimentan su consuelo y restauración.
Un ejemplo
destacado es el salmo 23, en el que el salmista proclama: "Aunque ande en
valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu
vara y tu cayado me infundirán aliento". En este pasaje, vemos cómo la
presencia de Dios trae consuelo y seguridad en medio de la adversidad.
Además, a lo largo
del Antiguo Testamento, vemos cómo Dios consoló a su pueblo Israel en momentos
de cautiverio, opresión y exilio. Prometió su liberación y restauración. Solo tenían
que volverse a Él.
II.
El fin de la muerte:
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Ya no habrá muerte.
¾
Reflexión
sobre la naturaleza inevitable de la muerte en nuestra realidad actual.
La muerte es una
realidad innegable en nuestra experiencia humana. Desde el principio, el pecado
entró en el mundo y la muerte fue su consecuencia. En Romanos 5:12, se nos
dice: "Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el
pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos
pecaron".
A lo largo de los
siglos, la muerte ha afectado a todas las generaciones y ha dejado un rastro de
dolor y tristeza en nuestras vidas. Ninguno de nosotros puede escapar de su
alcance. La muerte nos recuerda nuestra fragilidad y nos confronta con la
realidad de nuestra condición pecaminosa.
¾
La
promesa de Dios de eliminar la muerte en el nuevo cielo y nueva tierra.
A pesar de la
realidad de la muerte en nuestra existencia actual, Dios nos ofrece una maravillosa
promesa: la eliminación de la muerte en el nuevo cielo y nueva tierra. En 1
Corintios 15:26, leemos: "Y el último enemigo que será destruido es la
muerte".
Esta promesa se
cumple plenamente en el libro de Apocalipsis, donde se nos presenta la visión
de un nuevo cielo y una nueva tierra, en los cuales la muerte ya no existirá.
Apocalipsis 21:4 proclama: "Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de
ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque
las primeras cosas pasaron".
La promesa de Dios
de eliminar la muerte es una expresión de su amor y misericordia hacia
nosotros. Libres de pecado y sus consecuencias. La muerte será vencida y ya no
tendrá poder sobre nosotros.
¾ La esperanza de la vida eterna y la
resurrección en Cristo.
La promesa de Dios
de eliminar la muerte nos lleva a la esperanza de la vida eterna y la
resurrección en Cristo. Jesús mismo nos aseguró esta esperanza cuando dijo en
Juan 11:25-26: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí,
aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá
eternamente. ¿Crees esto?".
La resurrección de
Jesús es la prueba definitiva de su poder sobre la muerte. Él venció la tumba y
abrió el camino para que todos los que creen en Él tengan vida eterna. En 1
Corintios 15:20, el apóstol Pablo afirma: "Mas ahora Cristo ha resucitado
de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho".
La esperanza de la
vida eterna y la resurrección en Cristo nos fortalece en medio de las pruebas y
nos anima a vivir con un enfoque eterno. Sabemos que, aunque enfrentemos la
muerte física, nuestra vida no termina allí, sino que tenemos la seguridad de
una vida eterna con Dios en su reino.
La reflexión sobre
la naturaleza inevitable de la muerte nos lleva a apreciar aún más la promesa
de Dios de eliminar la muerte en el nuevo cielo y nueva tierra. En esa realidad
futura, encontraremos la vida eterna y la resurrección en Cristo. Mantengamos
nuestra esperanza firmemente arraigada en esta promesa y vivamos con la certeza
de que la muerte no tiene la última palabra, sino que en Cristo tenemos vida
abundante y eterna.
III.
El fin del llanto, el clamor y el dolor:
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Ni habrá más llanto, ni
clamor, ni dolor.
¾
Análisis
de las causas de llanto, clamor y dolor en nuestra existencia actual.
En nuestra
existencia actual, experimentamos diversas causas de llanto, clamor y dolor. El
pecado, tanto el nuestro como el pecado presente en el mundo, es una de las
principales causas de sufrimiento. Romanos 3:23 nos dice: "por cuanto todos
pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios". Nuestro pecado y la
caída de la humanidad han introducido la aflicción y la tristeza en nuestra
realidad.
Además, el mundo en
el que vivimos está lleno de injusticia, enfermedad, pérdida y sufrimiento.
Jesús mismo dijo en Juan 16:33: "En el mundo tendréis aflicción",
reconociendo la realidad de nuestro sufrimiento en este mundo caído.
¾
La
promesa de un mundo sin sufrimiento ni aflicción.
Afortunadamente, la
promesa de Dios nos ofrece esperanza y consuelo. En Apocalipsis 21:4, se nos
asegura que Dios enjugará toda lágrima de nuestros ojos y que ya no habrá más
muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor. Esta promesa nos muestra que en el
futuro que Dios ha preparado, todas las causas de nuestro sufrimiento serán
eliminadas por completo.
Isaías 25:8 también
nos dice: "Enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros; y
quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra". Esta promesa de Dios
de un mundo sin sufrimiento y aflicción era una fuente de esperanza y consuelo
para el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento.
¾
Reflexión
sobre la obra redentora de Cristo y cómo restaura nuestras vidas.
La promesa de un
mundo sin sufrimiento y aflicción se hace realidad a través de la obra
redentora de Cristo. Jesús vino a este mundo para reconciliarnos con Dios y
restaurar lo que estaba roto debido al pecado.
En Isaías 53:4-5 se
profetiza acerca de Jesús: "Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y
sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios
y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros
pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros
curados".
A través de su
muerte en la cruz y su resurrección, Jesús llevó sobre sí mismo nuestros
pecados y sufrió por nuestras iniquidades. Él es el único que puede restaurar
nuestras vidas y traer consuelo y sanidad a nuestra existencia.
En 2 Corintios
5:17, el apóstol Pablo nos dice: "De modo que si alguno está en Cristo,
nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas
nuevas". Cuando ponemos nuestra fe en Jesús y nos rendimos a su señorío,
experimentamos una transformación completa. Él nos consuela en nuestro dolor y
nos restaura, permitiéndonos vivir una vida nueva en Él.
Aunque enfrentamos
llanto, clamor y dolor en nuestra existencia actual, podemos aferrarnos a la promesa
de un mundo sin sufrimiento ni aflicción. La obra redentora de Cristo es
nuestra esperanza y garantía de que seremos consolados y restaurados. Que
encontremos consuelo en el hecho de que Jesús llevó nuestras cargas y que en Él
podemos encontrar paz y sanidad. Confíemos en la promesa de Dios y permitamos
que su amor y gracia restauren nuestras vidas.
Conclusión:
En conclusión,
hemos reflexionado sobre la promesa de Dios de un nuevo cielo y una nueva
tierra, donde no habrá más muerte, llanto, clamor ni dolor, según se nos revela
en Apocalipsis 21:4. Hemos examinado la naturaleza inevitable de la muerte en
nuestra realidad actual, así como la promesa de Dios de eliminarla en el
futuro. También hemos considerado la obra redentora de Cristo y cómo restaura
nuestras vidas, brindándonos consuelo y esperanza.
·
Recapitulación
de los puntos principales del sermón.
¾ Reconocimos que en nuestra existencia actual
experimentamos llanto, clamor y dolor debido al pecado y las dificultades de
este mundo caído.
¾ Nos aferramos a la promesa de Dios de una
eternidad sin sufrimiento ni aflicción en el nuevo cielo y nueva tierra.
¾ Comprendimos que la obra redentora de Cristo
es nuestra fuente de consuelo y restauración, permitiéndonos vivir una vida
nueva en Él.
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La
certeza de que Dios cumplirá su promesa de un nuevo cielo y una nueva tierra.
Tenemos la certeza
de que Dios cumplirá su promesa de un nuevo cielo y una nueva tierra. Su
fidelidad y poder son inquebrantables. Como se nos asegura en Isaías 55:11:
"así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que
hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié".
·
Animémonos
a encontrar consuelo y esperanza en la promesa de Apocalipsis 21:4.
Sepamos que Dios
enjugará todas sus lágrimas y eliminará todo sufrimiento. Incentivémonos a
depositar nuestra confianza en el Señor y a busquemos su consuelo en medio de nuestras
aflicciones, sabiendo que él es el consolador supremo.
Oremos para que
vivamos en la expectativa de la venida del reino de Dios, que anhelemos ese
nuevo cielo y nueva tierra donde encontraremos plena paz y gozo. Agradezcamos a
Dios por su amor y misericordia, y pidámosle que nos fortalezca para vivir en
la esperanza de su promesa y para compartir ese consuelo con otros.
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